miércoles, 31 de diciembre de 2014

FIN DE AÑO

A finales de los noventa, cuando era residente de toxicología, mi familia se encontraba en la represa de Prado lista a recibir el año nuevo. La represa queda en el departamento de Tolima y a mis padres les agradaba alquilar ocasionalmente una cabaña en el lugar para poder descansar en un ambiente de tranquilidad, mientras mis hermanos disfrutaban de los deportes náuticos. Yo no podía ir porque tenía programado turno y no estaba precisamente con mi mejor ánimo, ya que me lo habían asignado hacía tan solo cuarenta y ocho horas. 


A las dos de la tarde, habíamos pasado revista asistencial a los pocos pacientes que se encontraban en observación y ya no teníamos actividades pendientes, únicamente debíamos esperar a que ingresaran nuevas urgencias.  Así que me dirigí a la sala de descanso médico  ubicada en urgencias y me puse a ver televisión; fue entonces cuando pasó el coordinador del postgrado quien me miró con expresión de sorpresa.

¿Y usted qué hace acá?

Profe, el doctor Cubillos me puso turno.

Pero si ya estaba asignado el turno a Rojas. ¿Para qué dos?

Que en este día se aumenta el número de intoxicados después de la media noche. 

No. Pero no estoy de acuerdo dijo negando también con la cabeza— con uno es más que suficiente. Igual hay tres médicos de urgencias apoyando. Vete Adriana. Yo le informo a Cubillos después, que te fuiste con mi aprobación. 

¿En serio profe? ¡Qué bien! ¡Gracias!


Saqué cuentas sobre cuánto me demoraría en llegar a la casa, empacar mis cosas, ir al terminal y finalmente a la represa. Si no había inconvenientes, llegaría aproximadamente a las nueve de la noche. Y comencé el recorrido.

De ahí en adelante nada salió bien. La llegada al terminal fue eterna gracias a los trancones y la imposibilidad de conseguir taxi rápidamente, eso sin contar la primita navideña que me sacó el conductor. Cuando llegué a la zona uno, donde se toman los buses para ir al sur del país,  me quedé boquiabierta al ver el caos. Un concierto de rock al parque le quedaba en pañales. No se podía caminar de lo lleno que estaba.  Al llegar a la taquilla me dijeron que ya no se conseguía pasajes sino hasta las ocho de la noche. Había un servicio de colectivo que tenía un cupo, pero salía a las seis de la tarde.


Al borde del desespero y con ganas de llorar por tener que pasar el año nuevo sola, llamé a mi amigo Guillermo para contarle todo. Mi idea inicial era que me recibiera en su casa, pero él me dijo que estaba solo también y quería cambiar de ambiente, así que propuso llevarme en carro hasta la represa, lo cual me pareció fabuloso. Me recogió en el terminal a las cinco de la tarde; conducía un Renault doce, azul claro, modelo noventa y dos. A pesar del aspecto algo deteriorado del carro, me sentí animada pensando que perfectamente a las once de la noche estaríamos reuniéndonos con mi familia.


¡Error! Habían pasado dos horas y nada que podíamos salir de Bogotá. Guillermo debió notar el grado de estrés que tenía y comenzó a contarme anécdotas de la universidad para tenerme entretenida. Él al igual que yo era médico y estaba haciendo residencia en ginecología; durante el mes de diciembre continuaba con actividades asistenciales por lo cual sus padres tuvieron que viajar sin él a pasar vacaciones en Argentina. Al programar sus turnos el coordinador le dio libre el puente del fin de año,  pero eran solo tres días, lo cual limitaba sus opciones de viaje y hasta cuando lo llamé no había planeado ninguna actividad.

A pesar de que durante la carrera uno se prepara para pasar varias fechas especiales alejado de sus seres queridos, no dejaba de ser frustrante que habiendo obtenido el permiso no pudiéramos llegar antes de la media noche, sin embargo el tiempo pasaba y el tráfico no disminuía en volumen a pesar de que ya íbamos por carretera. Los paisajes, los olores propios de campo, la sensación de quietud y aislamiento que brindaban las montañas, el viento frío y el silencio nos ayudaba a entretenernos y no pensar demasiado en eso. Guillermo debió sentirse cansado o quiso plantear alternativas al plan original, por lo cual sugirió la posibilidad de quedarnos en otro pueblo si llegábamos a las diez de la noche y seguíamos en carretera. No tuve que hablar en lo más mínimo; bastó mi mirada. Luego dijo:

Bueno no. Solo decía.

Debí aceptar su sugerencia. Después del Espinal, el carro comenzó a botar humo y no siguió andando. 

No había nada cerca, los carros pasaban pero no nos auxiliaban y no teníamos celular. Miré el reloj y ya era las once y cuarto. Cuando destapé el capó, el radiador botaba mucho humo y al observar el contenedor de agua estaba totalmente vacío.


¿Revisaste el agua antes de salir?

Ehh. No.

Conté hasta diez y no sirvió para nada, le di una fuerte patada al carro y me fui caminando por el estrecho borde de la carretera, tratando de alejarme lo que más podía de Guillermo, cuando él me gritó:

Adri, deja el drama que te van a atropellar.

Me volví hacia donde estaba y le contesté con toda mi furia. 

¡Eres un idiota! ¿Cómo se te ocurre sacar un carro a carretera sin mirar esas vainas?

Tenía afán por recogerte. Yo no tenía planeado este viaje y alisté rápidamente todo.  Además el carro nunca había molestado.


Respiré profundamente mientras me refregaba los ojos y el rostro con las manos. Boté el aire y lo volví a ver. Estaba descompensado. Obviamente él tampoco se la estaba pasando bien y debía estar pensando en las veces que me sugirió parar en un hotel y no lo escuché.

¿Hay algo de comer?

Tengo papitas y gaseosa en el baúl. 

Comamos mientras alguien se digna a llevarnos.


No fueron fáciles los primeros minutos. A nadie le gusta que le griten y menos en esas circunstancias. Pero la charla fue fluyendo y terminamos riéndonos de todo. No nos fue mal con la llegada de la media noche. Desde donde estábamos se alcanzaba a ver los juegos pirotécnicos, que posiblemente eran de Saldaña y aproximadamente a las doce y treinta un señor se detuvo y ofreció llevarnos.

¿Y mi carro? ¿Será que me lo roban o me lo desvalijan?

¿Te quieres quedar todo el resto de la noche acá cuidándolo?

Sí ya entendí.


Finalmente llegamos a Prado a las nueve de la mañana. El encuentro con mi familia fue simplemente maravilloso; estaban muy sorprendidos de vernos y Guillermo estuvo muy contento de encontrarse dentro de un grupo tan amable y bullicioso.  Dos de mis tíos se encargaron de ir con una grúa para recoger y arreglar el carro, mientras nosotros pudimos disfrutar de la cabaña y sus alrededores. Dos días después tuvimos que volver a Bogotá para reintegrarnos en nuestros respectivos hospitales, pero ciertamente el descanso nos sirvió muchísimo para recargar energías. Mirando hacia atrás creo que ha sido el mejor fin de año que he tenido. 

viernes, 26 de diciembre de 2014

La niña del banco

Hoy les traigo una historia corta. En retrospectiva me da embarrada…Jajaja. ¡Mentiras! Me la goce.
Había una insoportable niña de aproximadamente siete años en la fila del banco. Ridícula y mamona como todos los niños de esa edad. ¡Si señores padres! No me digan que no. Para cada padre sus niños son divinos y perfectos, pero la verdad es que la mayoría de las veces a los demás nos parecen cansones. Bueno, prosigo. La odiosa criatura no hacía sino emitir ruidos estúpidos, reír como tonta, meter sus narices donde nadie la había llamado, no se quedaba quieta un minuto y por donde pasaba nos pisaba a todos los demás. Además para rematar con ese habladito de niña consentida que cogen a ratos. ¿Por qué sería que su mamá no la corregía? La veía hacer todas esas bobadas y no le ponía un alto. ¡Parecía una tarada mental! Y fue al decirme eso último que se me vino una brillante idea a la mente.
-¡Señora pero que niña tan linda! Esas trencitas que le tiene y ese vestido son adorables.
-¿Cierto que si? Yo trato de tenerla bonita.
-¡Sí! Y se lo merece, pobrecita. Consentirla lo más que se pueda con su condición.
-¿Cual condición? –dijo arrugando la frente y colocando cara de extrañeza.
-¿Luego la niña no tiene un retardo mental?
-Por supuesto que no. –contesto en tono bastante alto y alterado la señora.
-¡Ay¡ Upss que pena. Es que yo pensé…Pues como la vi comportarse así. Y usted no decía nada, yo creí… Pero… Pero si, definitivamente que lindas trencitas.
-¡Patricia! ¡Venga para acá y se está quieta!
-No mami no quiero. –zafándose como podía de la mano de la mamá. Acto seguido de lo cual recibió una fuerte nalgada- Que se quede quieta he dicho. Compórtese que no falta la persona que cree que tiene un retardo. –Mirándome mal.
-Lo siento – dije colocando cara de avergonzada y conteniendo la risa.

martes, 16 de diciembre de 2014

En época de novenas.

Esta situación se dió el año pasado. La comento solo para que algunos de mis queridos amigos entiendan porque soy tan suspicaz con las invitaciones en los días de novena.
-Profeeeeee te invito a unos traguitos.
-Chevere!!! ¿Dónde?
-En mi casa. A las 8 pm
Llego feliz a la casa donde soy recibida no solo por el estudiante, sino por sus amorosos padres, tíos, primos y demás. (Miércoles!!! se me olvido advertirle de mi fobia social. Ni modo, como diría cierto profe de medicina interna: Varoncita!!! Varoncita!!!)
-Y…Este…¿Que vamos a hacer? ¿Rumba?
-Si Doctora. Pero primero vamos a rezar la novena y como su merced es la invitada de honor va a comenzar con la oración para todos los días.
Yo levemente diaforética - Ehhh mi señora como le explicara… Que su merced me convide a esa actividad es como si a Drácula lo invitaran a tomar el sol o a la bruja del Oeste a nadar. ¿Me hago entender?
-jajajaja, mi hijo me dijo que su merced era como extraña pero hágale.
-Es que mi religión me lo prohíbe.
-¿Cuál es su religión Doctora?
-El pastafarismo.
-También me advirtió que decía chistes tontos.
-Somos más de 80.000 practicantes a nivel mundial.
-Si. Me dijo que le encantaba inventarse cosas.
-Perdón mi señora que no le dijo su hijito adorado, al que por cierto veré como lo evalúo ya será de interno, porque en sexto se me escapo jajajajaja. (Rabia contenida)
-Solo me dijo que la hiciera leer y punto. Arranque Doctora. Sin pena.
Y mientras levanto la mirada y observo como al fondo cierto querido jovencito está dirigiéndome su sonrisa maquiavélica y una potente sensación de prurito generalizado me invade, comienzo: Benignisimo Dios de infinita caridad…

jueves, 11 de diciembre de 2014

La fiel imagen del señor león

Estoy acelerada porque cuando comienzo a temblar tengo ansiedad y ganas de llorar sé que he llegado a ese punto donde no hay retorno y me da miedo porque me pueden ver perder el control y eso sería malo odio a la gente débil y que quiere ganar afectos mostrando que son vulnerables me gusta la gente fuerte que no se oculta bajo enfermedades mentales discapacidades o tristezas para funcionar y a mí no me van a ver débil jamás solo una vez me vieron así y fue cuando murió él pero era lógico ósea eso fue fuerza mayor y cualquiera entiende e incluso esa vez me negué a llorar obvio tenía los ojos rojos y no sonreía pero no iba a darles el gusto de verme derrotada por la vida y nunca se los daré esta vida es del más fuerte del mas depredador no de los débiles no puedes demandar justicia por que no la hay tienes que tomarla por la fuerza y solo así la obtendrás y yo estoy acá demostrando de que estoy hecha e hija de quien soy porque él era un señor león y yo soy su fiel imagen fui la única que salí como el soy la única con la capacidad de lograrlo y nada me va a detener así que con calma con cabeza fría y aquí voy y todos me miran no se me nota espero que no se me note aunque mis malditas manos me traicionan aprendí a controlar la voz pero los ojos y la boca también me traicionan y ella dice que todos se dan cuenta aunque yo juraría que no finalmente no importa lo que opinen lo que importa es que sientan mi poder y que les muestre quien manda acá soy yo y nadie más soy la elegida y vas a escuchar mi rugido si intentas usurpar mi autoridad vete al diablo si eres un débil borrego o un cizañero zorro tampoco soporto a los aduladores y los detecto a metros de distancia solo me gustan los gatos orgullosos independientes elegantes nada de remilgos nada de estupideces.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Caminaba bajo la lluvia, y al cabo de unos momentos se ubicó debajo de una pérgola mirando el escaparate donde se exhibían los diferentes libros.  Consulto su reloj y luego prendió un cigarrillo.  Levanto la cabeza, observo el cielo y exhalo el humo.  Al bajarla diviso un libro en particular titulado: “Quien se ha llevado mi queso”. Arqueo su ceja izquierda y arrugo la frente.  Se dio media vuelta y consulto su reloj nuevamente.  Mientras continuaba fumando, los carros y buses al pasar levantaban el agua de la calle, que alcanzaba a llegar hasta cerca de donde se encontraba, salpicando algunas gotas en su ropa y zapatos.   Se acercó más al escaparate acomodando su chaqueta, reubicando el cuello y frotándose los brazos por unos momentos, luego volvió a mirar su reloj.

Al cabo de 35 minutos y dos cigarrillos más, la vio.  Avanzaba esquivando los charcos y sosteniendo la parte delantera de su sombrilla que era empujada hacia atrás por el viento. Cuando llego a donde él estaba, sonrió.

-Disculpa la demora, el trafico esta imposible.  ¿Llevabas mucho tiempo esperándome?

-Solo unos minutos.

-Vale.  Al frente hay una cafetería. Podemos entrar a tomar algo caliente y mirar los documentos.

-Me parece. –Dijo mientras se acomodaba de nuevo la chaqueta- es necesario concretar esto lo más pronto posible.

Ya en la cafetería se ubicaron en la única mesa que estaba vacía y ella saco de su bolso una agenda.  Antes de abrirla se masajeo los dedos.

-¡¡La artritis me tiene jodida!!- con manos temblorosas comenzó a buscar entre las hojas,  y al encontrar el cheque se lo paso sonriendo.

-Espero que esto te sea de ayuda.

Al ver el cheque el abrió aún más sus ojos y se acomodó las gafas, luego se frotó el mentón y finalmente se quedó mirándola  mientras colocaba su dedo índice en la boca sin soltarse el mentón. Al cabo de unos segundos dijo:

-Esto no es lo que habíamos acordado.

-No veo el problema.  Es más incluso de la cantidad que inicialmente me dijiste.

-Precisamente.  Y no era dinero lo que habíamos coordinado, sino la oportunidad de que yo pudiera participar en el proyecto.

-Ya no va a haber proyecto.  Eso no termino bien.

-Pero…Entonces.  ¿Por qué el dinero?

-Dijiste que necesitabas ayuda.

-Pero no así.  Lo que necesito es trabajar.

Ella guardo silencio por algunos momentos, en un par de ocasiones movió sus labios pero sin pronunciar palabra.  Luego de tomar un sorbo de café, hablo:

-Es el justo pago por tu ayuda todos estos años.  Me has asesorado muchas veces y yo he ganado dinero.   Es un buen momento para reconocer esto.

-No me lo estarías dando si no te hubiera dicho que necesitaba dinero.

-Es cierto.  Fue un error de mi parte.

-Pero…No se…Mira yo no creo…

-Estoy muriendo José. Tengo cáncer. –Respiro profundamente- No se lo he dicho a nadie, y no pensaba decírtelo a ti.  Pero en este momento me estoy dando cuenta que si no te aclaro esto, te vas a sentir incómodo.  El dinero solo le va a quedar a mi gato si no lo invierto en otras cosas antes de morir. 

Él se quedó inmóvil y boquiabierto, su rostro palideció y luego saco la caja de cigarrillos de su chaqueta.

-Aquí no puedes fumar.

-Sí. Lo sé.  Lo hice sin pensar. No lo voy a prender. -Volvió a mirarla a los ojos-  ¿Hay algo que pueda hacer por ti?


-Sí.  Acepta el cheque.  Tomate tu café y no volvamos a hablar de este asunto.

TACTO

Aun ahora, podía recordar todo lo ocurrido. No lo esperaba. Él había sido totalmente claro y tajante en otras ocasiones al respecto. Solo amigos. Por eso, cuando percibió sus brazos rodeándola pensó inicialmente que estaba soñando.  La sensación cálida y tierna de sus labios tocándole la frente, fue tornándose en un rápido golpeteo del corazón al penetrar la lengua hasta llegar al paladar.  La desnudo sin afán, posando sus dedos con movimientos pausados y suaves en cada zona que fue descubriendo, como si quisiera memorizar con las yemas todas las imperfecciones de su cuerpo.


Intento hacer lo mismo con él, pero la detuvo.  Ahora, esos suaves labios descendieron poco a poco por su cuello y lentamente hacia sus senos, mientras con una cariñosa fuerza le impidió utilizar las manos, haciendo que se sintiera húmeda y enloquecida al no poder acariciar su piel.

jueves, 4 de diciembre de 2014

LA BODA

Maquillábase los ojos ante el espejo. Lo hacía en forma mecánica. En realidad su mente no estaba ahí sino dos años atrás cuando lo conoció. No podría haber dicho que entre ellos hubo química en ningún momento.  De hecho le pareció terriblemente aburrido, a pesar de su cortesía. Hablo mucho más con su padre que con ella sobre problemas de la compañía.  Y esa noche juro que no lo quería volver a ver,  pero su padre le pidió como un favor especial que saliera a una cita con él.  –Si definitivamente sigue sin gustarte, prometo no volver a insistir –le dijo–.  Hubo no solo una, sino varias citas más.  No sabría exactamente por que accedió, por amabilidad, lastima, falta de una mejor compañía, el caso es que se vio de un momento a otro llevándolo a todas las reuniones como íntimo amigo y luego como pareja.  Se volvió costumbre que los jueves en la tarde estuviera invitado a cenar y que los sábados salieran a bailar o a cine.  Dieciséis meses después  cuando pidió su mano, ella aceptó casi instantáneamente con una sonrisa, él la beso y de inmediato pasaron a decidir quiénes serían sus padrinos y cuando se lo comunicarían a los padres de ambos.  Ese mismo día ya cuando estaba a solas en su habitación tuvo un momento para pensar en lo mágico que siempre creyó que debía ser ese momento y como lo que sintió no pasaba de una sensación tranquilizante del deber cumplido.
–Princesa. ¿Todo bien?–. Al escuchar esto se volteó sorprendida.  Estaba tan metida en sus recuerdos que no se había dado cuenta de que ahí estaba su madre.
–Si mamá disculpa.  Solo estaba pensando.
–Te traje tu tocado y el fotógrafo ya está acá.  Yo creo que ya debías colocarte el vestido.
–Vale, sí.  Deja ya termino de arreglarme y me visto.  Que el señor me tenga un poco de paciencia.  Igual estamos bien de tiempo.
–Bueno está bien.  No te demores.  La idea es que salgas hacia la iglesia a más tardar a las seis.
Mientras se colocaba el vestido pensó en aquel  muchacho. Su sonrisa era encantadora y descubrieron rápidamente muchas cosas que tenían en común.  Pero tal vez para ella lo más relevante fue su pasión por los animales.  La reunión había sido en la casa de Patricia hacia tres semanas, no volvieron a bailar y decidieron ir al jardín lateral solo a hablar.  Cuando descubrió que era casi las dos de la madrugada no lo había podido creer.  El tiempo transcurrió mientras proyectaban sobre cómo podría ser un refugio para animales abandonados y posibles formas de financiarlo.
Había continuado frecuentándolo, e incluso él le había propuesto que trabajara con él en caso de poder hacer el refugio.   Mientras recordaba sus encuentros, se sorprendió a si misma con el hecho de que nunca le contó que estaba a punto de casarse.

Camino hacia la iglesia su papá le hablaba sin parar, dándole recomendaciones y haciéndole preguntas.  Se notaba en su conversación que estaba muy emocionado.  Pero en un momento se quedó mirándola fijamente.
– ¿Estás bien? Te noto muy callada.
–Sí. Todo bien. –Respondió ella sonriendo y asintiendo con la cabeza-. Es la emoción.
–Precisamente por eso pregunto.  Te noto todo menos emocionada.
Ella no contesto.  Se limitó a arreglar su ramo de rosas.   Su padre guardo silencio unos momentos, pero después volvió a hablar.
– ¿Lo quieres? ¿Realmente lo quieres? o ¿estas dudando?
Ella lo miro por unos pocos segundos sin hablar.  Finalmente dijo:
–Lo quiero.  No se…A veces siento que falta emoción, que falta sentimiento.  No sé si me hago entender –. Bajo la cabeza y suspiró –Supongo que tenía una visión muy romántica del matrimonio y así es como debe ser.  Creo que con el tiempo me adaptare–.
– ¿Adaptarte? Por supuesto que uno se adapta al cambio de estilo de vida.  Pero una cosa es eso y otra muy diferente si lo quieres o no.  Amor, si no estás segura no tienes que hacer esto.  ¿Por qué no me habías comentado esto antes?
–Pues es que todos dicen que somos una buena pareja y yo te vi tan contento con él.
–Yo podre estar muy contento con él.  Pero la que se va a casar y compartir su vida con el eres tú.  No yo. 
–No…No te preocupes.  Todo está bien.  Son los nervios.  Ya vamos a llegar.
La ceremonia comenzó y todo marcho bien por unos treinta minutos.  En un momento, ella volteo a mirar hacia su familia.  Su papá la miro ansioso y moviendo los labios le pregunto si todo estaba bien a lo que ella asintió con la cabeza.  Luego,  apretó cariñosamente la mano de su novio y le susurro algo en el oído.  Él la miro con expresión de sorpresa.
Siete meses después se encontrará  trabajando activamente en el refugio, el cual creará junto con una amiga.  Descubrirá que el joven de la agradable sonrisa a pesar del impacto inicial que le produjo no será el indicado para ella y lo dejara partir.   El tiempo pasará y ocasionalmente se cuestionara si fue buena idea cancelar la boda, se sentirá satisfecha con su trabajo,  pero se preguntará si hay alguien para ella.  Y esa duda se aclarara cuando él llegue, dentro de cuatro años.


Todo artista ha sido evaluado a favor y en contra por sus contemporáneos. Y no por eso su obra ha dejado de SER. Preocúpate cuando no despiertes ningún sentimiento. Eso significa que tu obra paso totalmente desapercibida, lo que puede ser una lastima. Hay mucha calidad desconocida por el mundo.

Ana Dari.

jueves, 27 de noviembre de 2014

PAPÁ

Cuando observé la radiografía, no pude ocultar mi sorpresa. Todo el hemitórax derecho era de color blanco. <<No puede ser>>  fue lo primero que pensé y acto seguido los vi. Ella me interrogaba con la mirada. Él me había dado la espalda y estaba destapando la caja con los ponqués que me había traído.
-Mire, su merced, coma uno de estos.  Después nos cuenta. –decía al tiempo que me pasaba con mano temblorosa uno de los ponqués. En su voz pude notar ansiedad. Y supe que estaba más preocupado por no lastimar a mi mamá que por saber una respuesta.

-Tal vez sea mejor que lo vea Olga. Yo de esto aún no se y no sé qué decirles.

-Sí. -Dijo quitándomela con suavidad y guardándola de nuevo en el sobre -Esta noche cuando venga le decimos. Por ahora seguiré trabajando. Mijita… ¿Su merced quiere hacer un tinto? -Y al tiempo apretó suavemente a mi mama del brazo.

Ella asintió y salió de la habitación con paso lento y mirada triste.

Ya en la cocina estuvo por unos minutos frotándose las manos, tratando de enfocarse en la tarea de preparar el tinto.  Destapo el frasco aspirando el aroma del café y que siempre lograba tranquilizarla.  Alistó los pocillos mientras se decía que aquello no podía estar sucediendo. <<No ha tenido tos, ni otras cosas que yo me haya dado cuenta.  No puede ser tan malo si no ha sentido nada>>  y en forma mecánica adicionaba el dulce en los pocillos. 

Distraídamente cogió la jarra sin guante quemándose, cuando esta cayó, salpicó agua caliente en sus piernas provocando una nueva quemadura y un grito mezcla de dolor con angustia.  Comenzó a llorar al tiempo que levantaba los pedazos de vidrio.

Cuando me di cuenta de todo fui a ayudarla y note lo asustada que estaba.  Mientras recogíamos los pedazos, comencé a hablarle de cosas de la universidad para distraerla un poco, pero de repente ella dijo:

-¿Sera que fue un error y es la radiografía de otra persona?

-No creo, mamá.  Esos errores casi nunca se cometen.  Es mejor no irnos por la fantasía.

Ella me miro atónita con los ojos rojos por unos breves momentos y luego comenzó a llorar de nuevo.   

Si claro, ustedes deben de estar pensando que la embarre y en cierto modo fue así.  Desde luego que yo también lo pensé. Y me hice el propósito de ser más cuidadosa con lo que dijera de ahí en adelante.  Pero deben entenderme.  Desde el comienzo yo sabía que esto iba a ser grave.  A pesar de que aún no sabía lo suficiente de Medicina, tenía claro que esa radiografía no era normal. Y me parecía que no era el momento para comenzar a hacer negación de las cosas.

Mientras tanto, en el primer piso mi papá ordenaba los documentos tratando de concentrarse en las cuentas que tenía pendientes, pero no lo lograba. <<Me preocupan Adriana, Germán y Mijita. –Pensaba-. Adriana acaba de comenzar la carrera, Germán necesita que alguien lo vigile todo el tiempo y Mijita...Depende tanto de mí.  Ella no era así antes de casarnos -Mientras meditaba y continuaba sumando en forma mecánica, se acercó a él pacho ronroneando cariñosamente y haciéndose un ovillo en sus piernas. Él acaricio su suave pelaje y volvió a mirar las cuentas.  –No podrán con los gastos a menos que Olga les ayude.  Tendré que hablar con ella antes de que les diga cualquier cosa de la radiografía y…Y de todo>>. Cerró sus ojos y escucho cuando mi mama se acercaba, con pasos inseguros y el tintineo que producía la vajilla. 

-Hola, mijo.  Qué pena la demora.  Tuve un accidente arriba.

-¿Su merced está bien?

-Si. Se rompió la jara del tinto. Eso es todo.

-Ah, no importa.  Lo importante es que este rico. Ja,ja,ja.

Ella intento sonreír mientras le pasaba el pocillo y se sentaba a su lado. Él degustó el café, hizo una pausa y sonrió al tiempo que le acariciaba a ella la oreja.

-Vamos a estar bien.


Ella no contesto nada. Simplemente, se lanzó a sus brazos y comenzó a llorar. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

¿A QUIEN?

¿A quien le confiaras tus miedos, tus fracasos, tus éxitos y tus sueños?
¿A quien podrás mostrarle sin temor lo más podrido de tu personalidad?
¿Quien te dará ánimos cuando te equivocas día tras día sin juzgarte?
¿Por quién luchar?
¿Con quien puedes compartir tus planes para el futuro? ¿Quien querrá ser uno de los personajes principales en tu historia?
¿Quien a pesar de todo podrá ver lo mejor en ti?
¿De quien puedes esperar lealtad aunque no siempre este de acuerdo contigo? ¿Quien te dirá lo que opina, peleara y hará las paces contigo una y otra vez simplemente porque son amigos y punto?
¿Quien no permitirá que la distancia sea un obstáculo?
Piénsalo….porque yo no lo veo tan claro.

miércoles, 22 de octubre de 2014

TRES MESES


Llevaba tres meses de relativa tranquilidad desde su última visita, cuando recibí su llamada. En cuestión de segundos mientras él saludaba, mi corazón latía a gran velocidad; pensaba en que iba a llegar para desordenar mi vida, cuando aún no me recuperaba.

En efecto, de nuevo estaba en Ibagué; y al tiempo que hablaba yo planeaba que excusa iba a utilizar para evitar verlo. Fue justo en ese momento cuando preguntó:

¿Vamos a tomar algo?
Sí claro.

El punto de encuentro fue un bar de ambientación irlandesa; debido a su gusto por los cigarrillos nos ubicamos en una de las mesas exteriores, lo cual no me disgustó, ya que el ruido del interior nos hubiera impedido sostener una conversación. Me contó sobre su viaje: esta vez fue a Canadá, estuvo principalmente en Ontario y Quebec y como siempre había buscado sitios lo más cercanos posibles a la naturaleza que no fueran tan populares, socializando con muchas personas y gastando lo menos posible. Tomó la decisión de regresar a Colombia porque ya no tenía dinero y un primo le había ofrecido un trabajo mientras volvía a organizarse.

Fue tenaz Coni —decía mientras me acariciaba suavemente la mano—. Los últimos dos días no pude comer. Menos mal en el aeropuerto, una pareja a la que le hice una caricatura me pagó bien o me hubiera desmayado del hambre.

Y ahora, ¿qué vas a hacer?
Pues mi primo vive en Cali. Pienso trabajar duro unos seis meses y vuelvo a viajar. Tengo ganas de ir a Camboya y pues si puedo, recorrer toda esa zona de la península indochina. Dicen que Angkor Wat es espectacular. Tú también podrías cuadrar tus cosas y me acompañas dos meses —dijo al tiempo que me guiñaba un ojo y exhalaba el humo del cigarrillo.

Recordé la última vez que me puse de loca aventurera con él, terminé comiendo hasta carne de un lagarto raro que me supo a mier… y me quedaron los brazos llenos de cicatrices. Pero no era solo eso. A diferencia de él, no podía darme el lujo de dejar todo tirado e ir a recorrer el mundo por dos meses.

No, tú sabes que no. De pronto algo más corto. Un viaje de una semana quizás.  ¡¿Qué tal si vamos al Amazonas?! Sería el sitio perfecto para los dos ya que es selva pero hay hoteles cómodos y no es tan caro.
­Sí. Puede ser dijo mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero y me miraba fijamente, al final sonrió y sacó un paquete de su morral— por cierto casi lo olvido: te traje un detalle.  No tenía plata para tus costosísimas camisetas de “Hard Rock”, pero creo que te gustará.

Era una preciosa camiseta blanca que tenía estampado en tonos rosas, azules y grises un motivo alusivo a las cataratas del Niagara.  Me emocioné mucho al verla, era la primera vez que me traía un regalo.  Lo abracé emocionada mientras él reía.

—¡Vaya! Parece que acerté en grande.

Fuimos los últimos clientes en salir del bar; si hubiera sido por nosotros, la conversación, la cerveza y el cigarrillo se hubieran prolongado por varias horas más.   Pero la solicitud de la camarera de cancelar ya que tenían que cerrar nos obligó a cambiar de planes.   No hubo necesidad de que me preguntara si se podía quedar en mi casa,  por el camino pensaba en que afortunadamente no tenía mucho mercado y sí un par de camisetas de mi hermano listas para ser catalogadas en la categoría: pijama;  ya que suele desocupar mi nevera y mostrarme toda su ropa deteriorada, recordándome que vivimos en una sociedad de consumo donde la gente usa demasiadas cosas que no necesita y acto seguido me pregunta sobre qué tengo para desechar.

Tantas veces se había quedado que ya no había necesidad de que yo le diera indicaciones.  Sabía que la habitación de huéspedes se encontraba en el segundo piso, al lado del cuarto de televisión y a seis metros del de mi madre; él mismo sacaba las sabanas del armario y tendía la cama.  Los primeros dos días se la pasó durmiendo; se levantaba solo a comer y charlar un par de cosas. Mientras dormía, me asomaba por momentos a la habitación y lo observaba.  Estaba muy delgado y las ojeras aún no desaparecían; sus manos, su cabello, todo su ser, reflejaban que había soportado bastantes carencias; pero también emanaba un olor especial difícil de describir, mezcla entre pino y almizcle. Irónicamente su aspecto provocaba mi envidia;  una vida llena de aventuras, sin responsabilidades,  no mirando más allá de unos cuantos meses en su futuro y siempre alegre.

Inicialmente pensé que se quedaría solo durante el fin de semana, pero no fue así; continuó en mi casa por unos días más ayudando a arreglar desperfectos del techo, podando las plantas, ojeando libros en la biblioteca, paseando a Venus y cuidando a mi mamá. Siempre me enternece la dulzura con la que le habla, poniéndole atención a sus largas historias y haciéndola reír con sus comentarios.

Un día llego a la conclusión de que el sol le daba directamente a los muebles de la sala y que eso contribuía a que se fueran decolorando, por lo cual decidió cambiarlos de sitio y durante esta maniobra rompió un par de porcelanas, después de lo cual sonrió de lado a lado y volvió a la historia de la sociedad de consumo, el materialismo, etc. Ya después de siete objetos que me ha roto, ni me molesto en descompensarme cada vez que hace eso.

En las noches veíamos películas, jugábamos cartas, tomábamos cerveza o vino, nadábamos en la piscina y en ocasiones salíamos por la ciudad.  Una noche mientras veíamos “predestination” ya con seis cervezas encima me quede mirándolo fijamente; él al darse cuenta me pregunto:

—¿Qué ocurre?
—Me alegra estar contigo —le respondí apretándole suavemente el brazo.
—A mí también me gusta estar contigo Coni, pero…no quiero que te aferres. Recuerda que un día de estos me iré.
—Sí, entiendo. —Contesté volviendo a soltarlo y no volví a hacer ningún comentario durante el resto de la película. Después decidí irme a dormir temprano.

Por experiencia sabía que el tiempo de su estadía podía variar de días hasta meses, y ni él mismo lo conocía. Entre más tiempo peor para mí, porque más duro me daba luego su ausencia.

Realmente eran sentimientos ambivalentes los que me provocaba; por un lado me encantaba su compañía y encontraba en él las características del hombre que siempre había buscado: su buen humor, nivel cultural, amor por los niños, los ancianos y los animales, la actitud descomplicada ante la vida y los problemas, sus conductas eran protectoras y de ayuda.  Pero por otro lado sus pequeños desplantes conscientes o no me ponían irritable: su constante crítica a mi estilo de vida, sus eternas conversaciones telefónicas donde me dejaba sola por quince minutos o más en un bar en vez de cortarle rápido a la otra persona, la pedantería que desarrollaba ante ciertos temas como literatura o cine, la facilidad con que se desprendía de mi compañía por meses.   El mensaje era claro: yo le caía bien, pero no me amaba.  No tenía corazón para pedirle que se fuera, nunca lo había tenido, tal vez era porque tenía la esperanza de que algún día llegara a agradecer todo lo que hacía por él y se enamorara de mí; pero otras veces sabía que me estaba engañando y comprando cariño. Me sentía patética.

Terminaron siendo dos semanas y como siempre, sin previo aviso. Cuando llegué a casa ya tenía todo listo y simplemente dijo:

¿Me llevas al terminal? Hoy arranco para Cali.

La primera vez que hizo eso ni siquiera se despidió. Dos meses después cuando llamó a saludar le armé una pataleta de los mil diablos, le dije que cuando alguien se había hospedado en algún lugar, lo mínimo que debía hacer por cortesía era despedirse. Él se limitó a mirarme calladamente y con la mayor tranquilidad, prometió que no volvería a ocurrir. En muchas cosas jamás cambiaría, era imposible contar con él para un plan seguro; te podría jurar que estaría ahí y después simplemente no aparecería. Te llamaría tres o cuatro meses después como si nada hubiera pasado y al tratar de decirle que te quedó mal en algo importante, daría todo un discurso de la patológica dependencia de los seres humanos a estar con otra persona.

Pero en esto cedió; aprendió a despedirse.  Paradójico a su conducta habitual tan desprendida, suele dar afectuosos abrazos y promete estar en contacto.  Cosa que cumple… tres meses después.

Luego de comprar el tiquete lo acompañé por quince minutos mientras abordaba. El calor era insoportable, se sentía denso el aire y ambos comenzamos a sudar; decidimos comprar un par de botellas con agua y ubicarnos lo más cerca posible del aire acondicionado.

Gracias por todo. Tú siempre estás para mí. Tan linda. –Decía al tiempo que jugaba con un mechón de mi cabello.
Con gusto. Pero eres muy confiado. No siempre voy a estar ahí. La próxima vez que vengas de pronto estaré de viaje o no quiera verte.
Si es probable que estés de viaje. Respondió al tiempo que comenzaba a jugar con otro mechónEn ese caso me divertiré un poco por la ciudad, me levantaré un dinero y partiré. Pero siempre me querrás ver.
¿Por qué tan seguro? —le dije elevando levemente el tono de mi voz y alejando mi cabello de sus manos.

Se acercó y me dio un suave beso en la boca.
Porque tú me amas Coni.

Y se dirigió hacia el punto de chequeo. No se molestó ni por un segundo en voltear y mirar mi reacción. Simplemente se fue... maldito.