Y le dolía... Le dolía mucho. Pero aprendió a dejar las cosas olvidadas en un rincón de su mente. Allá donde no le impedirían ser funcional. Se llenó de proyectos y metas. Las cumplía una a una, en un aparente crecimiento personal y éxito. Cada vez que volvía a dolerle repetía la misma rutina, nuevos proyectos, nuevas metas. Es así como llego a los 53 años con muchos títulos y reconocimientos por parte de sus compañeros. La biblioteca de su casa estaba llena de diplomas y trofeos, en la parte central podías observar una copia de cada uno de los tres libros que había escrito. Sobre la mesa lateral se observaban marcos de fotos que evidenciaban como había recorrido gran parte del mundo y tenido contacto con figuras sobresalientes. Sin embargo, un buen observador hubiera notado sus ojos tristes.
Fue con un disparo en la cabeza. No le dijo nada a nadie, no dejo una nota, no cambio de actitud en los últimos días, aunque si se supo después que estuvo colocándose al día con sus deudas y asegurándose de dejar en buenas manos a su perro.
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