miércoles, 22 de octubre de 2014

TRES MESES


Llevaba tres meses de relativa tranquilidad desde su última visita, cuando recibí su llamada. En cuestión de segundos mientras él saludaba, mi corazón latía a gran velocidad; pensaba en que iba a llegar para desordenar mi vida, cuando aún no me recuperaba.

En efecto, de nuevo estaba en Ibagué; y al tiempo que hablaba yo planeaba que excusa iba a utilizar para evitar verlo. Fue justo en ese momento cuando preguntó:

¿Vamos a tomar algo?
Sí claro.

El punto de encuentro fue un bar de ambientación irlandesa; debido a su gusto por los cigarrillos nos ubicamos en una de las mesas exteriores, lo cual no me disgustó, ya que el ruido del interior nos hubiera impedido sostener una conversación. Me contó sobre su viaje: esta vez fue a Canadá, estuvo principalmente en Ontario y Quebec y como siempre había buscado sitios lo más cercanos posibles a la naturaleza que no fueran tan populares, socializando con muchas personas y gastando lo menos posible. Tomó la decisión de regresar a Colombia porque ya no tenía dinero y un primo le había ofrecido un trabajo mientras volvía a organizarse.

Fue tenaz Coni —decía mientras me acariciaba suavemente la mano—. Los últimos dos días no pude comer. Menos mal en el aeropuerto, una pareja a la que le hice una caricatura me pagó bien o me hubiera desmayado del hambre.

Y ahora, ¿qué vas a hacer?
Pues mi primo vive en Cali. Pienso trabajar duro unos seis meses y vuelvo a viajar. Tengo ganas de ir a Camboya y pues si puedo, recorrer toda esa zona de la península indochina. Dicen que Angkor Wat es espectacular. Tú también podrías cuadrar tus cosas y me acompañas dos meses —dijo al tiempo que me guiñaba un ojo y exhalaba el humo del cigarrillo.

Recordé la última vez que me puse de loca aventurera con él, terminé comiendo hasta carne de un lagarto raro que me supo a mier… y me quedaron los brazos llenos de cicatrices. Pero no era solo eso. A diferencia de él, no podía darme el lujo de dejar todo tirado e ir a recorrer el mundo por dos meses.

No, tú sabes que no. De pronto algo más corto. Un viaje de una semana quizás.  ¡¿Qué tal si vamos al Amazonas?! Sería el sitio perfecto para los dos ya que es selva pero hay hoteles cómodos y no es tan caro.
­Sí. Puede ser dijo mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero y me miraba fijamente, al final sonrió y sacó un paquete de su morral— por cierto casi lo olvido: te traje un detalle.  No tenía plata para tus costosísimas camisetas de “Hard Rock”, pero creo que te gustará.

Era una preciosa camiseta blanca que tenía estampado en tonos rosas, azules y grises un motivo alusivo a las cataratas del Niagara.  Me emocioné mucho al verla, era la primera vez que me traía un regalo.  Lo abracé emocionada mientras él reía.

—¡Vaya! Parece que acerté en grande.

Fuimos los últimos clientes en salir del bar; si hubiera sido por nosotros, la conversación, la cerveza y el cigarrillo se hubieran prolongado por varias horas más.   Pero la solicitud de la camarera de cancelar ya que tenían que cerrar nos obligó a cambiar de planes.   No hubo necesidad de que me preguntara si se podía quedar en mi casa,  por el camino pensaba en que afortunadamente no tenía mucho mercado y sí un par de camisetas de mi hermano listas para ser catalogadas en la categoría: pijama;  ya que suele desocupar mi nevera y mostrarme toda su ropa deteriorada, recordándome que vivimos en una sociedad de consumo donde la gente usa demasiadas cosas que no necesita y acto seguido me pregunta sobre qué tengo para desechar.

Tantas veces se había quedado que ya no había necesidad de que yo le diera indicaciones.  Sabía que la habitación de huéspedes se encontraba en el segundo piso, al lado del cuarto de televisión y a seis metros del de mi madre; él mismo sacaba las sabanas del armario y tendía la cama.  Los primeros dos días se la pasó durmiendo; se levantaba solo a comer y charlar un par de cosas. Mientras dormía, me asomaba por momentos a la habitación y lo observaba.  Estaba muy delgado y las ojeras aún no desaparecían; sus manos, su cabello, todo su ser, reflejaban que había soportado bastantes carencias; pero también emanaba un olor especial difícil de describir, mezcla entre pino y almizcle. Irónicamente su aspecto provocaba mi envidia;  una vida llena de aventuras, sin responsabilidades,  no mirando más allá de unos cuantos meses en su futuro y siempre alegre.

Inicialmente pensé que se quedaría solo durante el fin de semana, pero no fue así; continuó en mi casa por unos días más ayudando a arreglar desperfectos del techo, podando las plantas, ojeando libros en la biblioteca, paseando a Venus y cuidando a mi mamá. Siempre me enternece la dulzura con la que le habla, poniéndole atención a sus largas historias y haciéndola reír con sus comentarios.

Un día llego a la conclusión de que el sol le daba directamente a los muebles de la sala y que eso contribuía a que se fueran decolorando, por lo cual decidió cambiarlos de sitio y durante esta maniobra rompió un par de porcelanas, después de lo cual sonrió de lado a lado y volvió a la historia de la sociedad de consumo, el materialismo, etc. Ya después de siete objetos que me ha roto, ni me molesto en descompensarme cada vez que hace eso.

En las noches veíamos películas, jugábamos cartas, tomábamos cerveza o vino, nadábamos en la piscina y en ocasiones salíamos por la ciudad.  Una noche mientras veíamos “predestination” ya con seis cervezas encima me quede mirándolo fijamente; él al darse cuenta me pregunto:

—¿Qué ocurre?
—Me alegra estar contigo —le respondí apretándole suavemente el brazo.
—A mí también me gusta estar contigo Coni, pero…no quiero que te aferres. Recuerda que un día de estos me iré.
—Sí, entiendo. —Contesté volviendo a soltarlo y no volví a hacer ningún comentario durante el resto de la película. Después decidí irme a dormir temprano.

Por experiencia sabía que el tiempo de su estadía podía variar de días hasta meses, y ni él mismo lo conocía. Entre más tiempo peor para mí, porque más duro me daba luego su ausencia.

Realmente eran sentimientos ambivalentes los que me provocaba; por un lado me encantaba su compañía y encontraba en él las características del hombre que siempre había buscado: su buen humor, nivel cultural, amor por los niños, los ancianos y los animales, la actitud descomplicada ante la vida y los problemas, sus conductas eran protectoras y de ayuda.  Pero por otro lado sus pequeños desplantes conscientes o no me ponían irritable: su constante crítica a mi estilo de vida, sus eternas conversaciones telefónicas donde me dejaba sola por quince minutos o más en un bar en vez de cortarle rápido a la otra persona, la pedantería que desarrollaba ante ciertos temas como literatura o cine, la facilidad con que se desprendía de mi compañía por meses.   El mensaje era claro: yo le caía bien, pero no me amaba.  No tenía corazón para pedirle que se fuera, nunca lo había tenido, tal vez era porque tenía la esperanza de que algún día llegara a agradecer todo lo que hacía por él y se enamorara de mí; pero otras veces sabía que me estaba engañando y comprando cariño. Me sentía patética.

Terminaron siendo dos semanas y como siempre, sin previo aviso. Cuando llegué a casa ya tenía todo listo y simplemente dijo:

¿Me llevas al terminal? Hoy arranco para Cali.

La primera vez que hizo eso ni siquiera se despidió. Dos meses después cuando llamó a saludar le armé una pataleta de los mil diablos, le dije que cuando alguien se había hospedado en algún lugar, lo mínimo que debía hacer por cortesía era despedirse. Él se limitó a mirarme calladamente y con la mayor tranquilidad, prometió que no volvería a ocurrir. En muchas cosas jamás cambiaría, era imposible contar con él para un plan seguro; te podría jurar que estaría ahí y después simplemente no aparecería. Te llamaría tres o cuatro meses después como si nada hubiera pasado y al tratar de decirle que te quedó mal en algo importante, daría todo un discurso de la patológica dependencia de los seres humanos a estar con otra persona.

Pero en esto cedió; aprendió a despedirse.  Paradójico a su conducta habitual tan desprendida, suele dar afectuosos abrazos y promete estar en contacto.  Cosa que cumple… tres meses después.

Luego de comprar el tiquete lo acompañé por quince minutos mientras abordaba. El calor era insoportable, se sentía denso el aire y ambos comenzamos a sudar; decidimos comprar un par de botellas con agua y ubicarnos lo más cerca posible del aire acondicionado.

Gracias por todo. Tú siempre estás para mí. Tan linda. –Decía al tiempo que jugaba con un mechón de mi cabello.
Con gusto. Pero eres muy confiado. No siempre voy a estar ahí. La próxima vez que vengas de pronto estaré de viaje o no quiera verte.
Si es probable que estés de viaje. Respondió al tiempo que comenzaba a jugar con otro mechónEn ese caso me divertiré un poco por la ciudad, me levantaré un dinero y partiré. Pero siempre me querrás ver.
¿Por qué tan seguro? —le dije elevando levemente el tono de mi voz y alejando mi cabello de sus manos.

Se acercó y me dio un suave beso en la boca.
Porque tú me amas Coni.

Y se dirigió hacia el punto de chequeo. No se molestó ni por un segundo en voltear y mirar mi reacción. Simplemente se fue... maldito.


jueves, 9 de octubre de 2014

LE DOLIA

Y le dolía... Le dolía mucho.   Pero aprendió a dejar las cosas olvidadas en un rincón de su mente.  Allá donde no le impedirían ser funcional.  Se llenó de proyectos y metas. Las cumplía una a una,  en un aparente crecimiento personal y éxito.  Cada vez que volvía a dolerle repetía  la misma rutina, nuevos proyectos, nuevas metas.  Es así como llego a los 53 años con muchos títulos y reconocimientos por parte de sus compañeros.  La biblioteca de su casa estaba llena de diplomas y trofeos, en la parte central podías observar una copia de cada uno de los tres libros que había escrito. Sobre la mesa lateral se observaban marcos de fotos que evidenciaban como había   recorrido gran parte del mundo y tenido contacto con figuras sobresalientes.  Sin embargo, un buen observador hubiera notado sus ojos tristes.


Fue con un disparo en la cabeza.  No le dijo nada a nadie, no dejo una nota,  no cambio de actitud en los últimos días, aunque si se supo después que estuvo colocándose al día con sus deudas y asegurándose de dejar en buenas manos a su perro.   

NOTA MENTAL

Aquí viene…recuerda: no mirar esos preciosos ojos azules y decir que no a todo para que aprenda quien es la que manda. Jajajaja que malota soy.

-Hola Adri. Me regalas papitas? (sonrisa)
-Hola. Si, toma.
-mmm están deliciosas. Te puedo robar más?
- Si claro. Es más termínate el paquete, no hay problema.
-Oye no me has saludado bien. Regálame un beso. (Sonrisa)
-Jajaja dos para ti. Muac y muac. (No sé cómo carajos escribir el sonido de un beso)
-Adri, me acompañas esta noche a cine? Quiero verme Guardianes de la Galaxia.
-Ya me la vi y para repetírmela tan pronto no aguanta.
-!!Por favor!!… es que tengo muchas ganas de verla y me da pereza ir solo (nueva sonrisa).
-mmm bueno está bien.
-Listo!!! Tan linda. Paso a recogerte a las siete. (Se despide con sonrisa y beso)

Nota mental: la próxima vez tampoco mires esa preciosa sonrisa.

EL DEMONIO

Hoy cuando iba manejando, seguramente cerré a un taxista. El estúpido y agresivo señor me persiguió posteriormente por cinco cuadras y cuando me alcanzo se dedicó a insultarme. Como me conozco y había tenido un día horrible, decidí ignorarlo. Algo así como: este pobre estúpido no sabe con quién se está metiendo y lo único que va a lograr es liberar al demonio.

En un semáforo opto por cerrarme y apagar el carro para hacer que no pudiera avanzar cuando la luz cambiara a verde. No podía evitar reírme, eso solía hacer antes, cuando era una inmadura al volante que buscaba pelea. Insisto. No quería liberar al demonio. Así que cuando cambio el semáforo, ni me inmute. No le pite, no intente cambiarme de carril, ni avanzar. Me limite a tomarle una foto al carro y al sujeto porque esta clase de personas suelen seguirla y si en algún momento me estrellaba quería tener pruebas.

Después de dos eternos semáforos que me demostraron la enorme rabia que tenía (la mayoría de los Bogotanos no tenemos tiempo para hacer estas pendejadas más que un semáforo, pero supongo que en Neiva hay más tiempo), el tipo avanzó. Desafortunadamente en la vía en la que ocurrió esto no hay forma de voltear por ninguna cuadra ya que el carril del centro está en reparación y todas las calles del lado derecho son de alto transito e implicaban un giro para mí en contravía. Tuve que avanzar por la misma sabiendo que posiblemente el señor continuaría igual. Así que fui más despacio con la esperanza de que se aburriera de esperarme y se fuera. No fue así, manejo lento únicamente para confirmar que venía atrás, rezagándose un par de veces para cerrarme.

Finalmente decidí parar en un pequeño mercado y aprovechar para comprar leche y galletas. Así se aburría por fin de esperarme y se iba. Mientras tanto en mi cabeza continuaban girando varias cosas que habían pasado hoy, deseaba llegar a casa, sentarme a descansar y mirar un par de tonterías en el computador, relajarme. Definitivamente era necesario para no liberar al demonio. Había decidido no continuar una discusión en la mañana, respirar profundo, pensar para hablar, contar hasta diez y todas esas cosas que uno hace cuando no quiere que todo termine mal. Lo logre, me felicitaba por eso. También me felicitaba por no seguir la pelea con ese estúpido taxista. Debió ser que lo cerré horrible. Si es así, la verdad no me di cuenta. Todos debíamos ser más tolerantes con los demás cuando la embarran manejando, las cosas irían mejor. En fin, cuando iba saliendo del mercado ya sonriendo y feliz de no haber liberado el demonio, adivinen quien me estaba esperando con una cruceta.  Mi instinto de conservación me dijo que no avanzara ni un paso más porque ese hombre podía lastimarme. Pero algo extraño ocurrió dentro de mí, en una décima de segundo ese maldito demonio que vivo controlando me domino y no sé como, pero el señor taxista termino en el piso con la nariz sangrando y la bolsa de leche derramada encima de él. Después vi cómo me miraba la gente boquiabierta y comentarios como: le pego con su propia cruceta.

Sé que les va a sonar imposible, pero en ese momento lo único que se me ocurrió pensar es que ya sé cómo se debe sentir Bruce Banner cuando Hulk se ha ido y él tiene que arreglar todo lo que hizo. Quería acercarme al sujeto y preguntarle si estaba bien, pero lo que hice fue salir corriendo hacia mi carro y huir. Cuando ya estaba arrancando el tipo me grito:

-Vieja…Bueno ustedes se imaginaran los apellidos que me puso...!!Me golpeo!!.

-Lo siento, no debió liberar al demonio.

!!Carajo!! porque será que los seres humanos no serán más dulces, comprensivos, menos violentos, amables, solidarios…



miércoles, 8 de octubre de 2014

11:23

Había estado dando vueltas por un buen rato, ya estaba cansada y decidí ver una película mientras arreglaba la maleta.  Me encanta la escena donde uno de los personajes se quita los vendajes y observa sus heridas.   No sé por qué me gusta la escena, ni porque tuve la necesidad de verla 17 veces. 18 no, ni tampoco 16,  17 tenía que ser 17.    Ese fue el número que decidí cuando ya la había visto nueve veces.  También decidí que la maleta estaba mal arreglada y que la iba a volver a ordenar.

Todavía ahora, no sé porque escogí ese número, cuando se cumplió tuve un fuerte deseo de volverla a ver. No debía…o no podía. Además,  a este ritmo no me iba a acabar la película a tiempo y  comencé de nuevo a empacar.

Lo bueno es que logre terminar la película, lo malo…dos cosas: la primera que no sabía si tenía tiempo suficiente para ver otra y que definitivamente la maleta estaba mal organizada y tenía que volverla a armar.  

Sabía que no ver otra película completa no era el fin del mundo.  Si alguien me hubiera preguntado en ese momento habría puesto mi cara de poker y  contestado que me daba igual ver la película completa o no.  Pero ya estaba comenzando a hacer mis rutinarios cálculos.

El vuelo sale a las 11:23 eso significa que tengo que registrarme a las 10:23 y salir de acá a las 9:23, sería adecuado anexar 10 min más por los posibles inconvenientes para tomar taxi y que se presente trancón así que de acá tengo que salir en realidad a las 9:13.  En mi mente comenzaron a repetirse constantemente esas tres horas: 11:23, 10:23 y 9:13 una y otra vez.  En piloto automático fui a buscar otra película y colocarla, luego volví a ordenar la maleta.   No me gustaba la idea de que los preciosos regalos que había recibido la noche anterior se maltrataran y definitivamente al empacar debía garantizar eso. 

11:23, 10:23 y 9:13 …11:23, 10:23 y 9:13…sopesando lo que me demoro en arreglarme tengo que estar tomando la ducha a las 8:13, pero a eso debo sumarle aproximadamente 15 min debido a que siempre que me estoy vistiendo me doy cuenta de que la maleta quedo mal hecha y pierdo tiempo reorganizándola.  11:23, 10:23 y 9:13…ósea que a más tardar a las  7:58 tengo que estar ya en la ducha.

La película demoraba 115 min, si no me empeñaba en detenerla varias veces como suelo hacer, alcanzaba a terminarla. La coloque y comencé a verla, pero simultáneamente me puse a pensar en las ventajas del cine: allá me veo obligada a mirarla de una, sin interrupciones.  Tiene sus desventajas: si te llega a tocar algún idiota al lado que interrumpa con sus comentarios, celular o risotadas… aunque yo no es que me ría pasito.  No estaba en cine, ya habían pasado 15 min y estaba viendo la película…decidí que tenía que repetirla hasta donde iba, estar sacando cuentas del tiempo no me había dejado apreciarla.   Por cierto…era necesario empacar de nuevo.

Nuevamente, calcule en mi mente…quería asegurarme de que todo saliera dentro los tiempos adecuados.,.. 11:23, 10:23, 9:13 y 7:58…11:23, 10:23, 9:13 y 7:58.

Cuando iba camino al aeropuerto tenía mucha rabia,  no solo mis cálculos se sacrificaron por 7 min más, debido a que el bobo del taxi se enredó haciendo una vuelta innecesaria, sino  que el malestar por no terminar la película se incrementaba.  Hubo un punto en que me vi en la forzosa necesidad de detenerla para poder entrar a la ducha a las 7:58 con la esperanza de poder seguir viéndola mientras me vestía….además la maleta no quedo bien armada.

¿En qué termino todo? En que el vuelo se retrasó una hora, me encontré a un tipo que me cae mal en el avión,  se demoraron para sacar el equipaje, me toco cancelar clase, tenía hambre pero indigestión, una sed terrible y dolor de cabeza por la calculadera innecesaria.  Esa obsesión con los tiempos…ahora en retrospectiva lo veía, siempre lo veía, siempre he sabido lo ridículo que es, pero siempre lo termino haciendo.


Los regalos llegaron bien, ya por la tarde pude comer y ahora tengo mucho sueño. Debe ser porque estoy desde las 4:30 de la mañana dando vueltas, organizando el equipaje  y calculando tiempos.  

Ni soy de aquí, ni soy de allá.

No soy de aquí, ni soy de allá,
no pertenezco a ningún grupo, 
en ninguna reunión hago falta, 
no me extrañan.
Si casualmente estoy por ahí,
disfrutarás un café conmigo, 
solo un café,
un tiempo más largo seria contraproducente
te aburrirás, me aburriré,
descubrirás porque no soy de aquí, ni soy de allá, 
por qué parecía tan interesante antes de ese café,
y porque después no me extrañas, no encajo, no te hago falta.

EN PROBLEMAS

En Problemas

Estaba sentada repasando mi cuaderno de apuntes, tratando por décimo octava vez de aprenderme los trastornos neuromusculares en pacientes críticos, sin lograr hacerlo. Hubo un momento en que me desespere preguntándome qué diablos me pasaba, mientras escuchaba de fondo “space oddity”. Siempre me había gustado esa canción y ahora era frecuente escucharla por la película de Ben Stiler. No pude evitar reírme un poco de mi misma, ya que de alguna manera consciente o inconsciente había programado el computador para repetirla diez veces. Definitivamente la cosa estaba grave. Pero…¿Por qué?

Mire la página de Facebook hacia la parte donde indica los contactos activos.  -Hoy no se había conectado en todo el día- pensaba al mismo tiempo que recordaba nuestra última conversación.  De repente, una llamada me devuelve a la realidad. Era un médico rural que quería una asesoría. 

Al terminar de dar las recomendaciones volví a dirigir una mirada a la pantalla. !!CONECTADO!! Me puse feliz, pero no le escribí, solo continué con mi lectura. Después de quince minutos un sonido me indico una notificación en la página. Había puesto que le gustaba uno de mis chistes. !!Qué bien!!  !!Mis chistes le gustaban!!

Un poco después me saludo.
-Hola.
-Hola. ¿Cómo vas?
-Bien acá revisando mi correo. ¿Y tú?
- En problemas.
-¿Y eso?
- Acabo de descubrir algo 
-¿Qué?
-Estoy enamorada de ti.