Cada vez que nos
invitaban a cualquier reunión era el mismo problema. Ella inicialmente se emocionaba, hacia miles
de planes de cómo se arreglaría y que regalo obsequiaría; acto seguido estaría
buscando durante varios días un vestido que le pareciera adecuado y un salón de
belleza donde la arreglaran bien; para finalmente deprimirse el día del evento
por que no la arreglaron como ella quería, el vestido no le gustaba y se veía
gorda.
Para mí se había vuelto
un calvario estas invitaciones.
Implicaban un desgaste de tiempo y energía enorme, unido a un aumento en
mi capacidad de ser paciente que no siempre lograba. En época de fiestas, cuando todos estaban
felices celebrando, yo usualmente estaba caminando sobre cascaras de huevos
para evitar un mal ambiente en casa.
Por eso cuando Elvia me
mostró la invitación a la boda de su hermana menor, sentí de inmediato un dolor
quemante en el estómago y supe que antes de navidad íbamos a tener una gran
pelea.
-¡Mira que hermosa
tarjeta! Dice: traje largo para las damas y corbata para los hombres. Eso quiere decir que me toca comprar un
vestido, o alquilarlo. Aunque debería
aprovechar para comprarme de una vez uno bien lindo que pueda usar varias
veces. Para ti es más fácil. Tienes tu
traje negro que es muy elegante y no pasa de moda. ¿Qué crees que es mejor? ¿Lo compro? o ¿lo
alquilo?
-Lo que creas
mejor. Yo de estas cosas no sé.
Me miró con reproche, y
estuvo por casi veinte minutos analizando las ventajas de alquilar o de comprar
el vestido. Luego, comentó que si
arrancaba dieta era probable que alcanzara a bajar unos cuatro kilos para la
boda.
Pasaron los días y
Elvia se aplicaba geles para quemar la grasa y se envolvía en plástico negro
para sudar mucho, no desayunaba y de pasada me dejaba sin desayuno a mí, pero cuando salía en las tardes a hacer
mercado, comía hamburguesa con papas a la francesa y gaseosa.
-Es lo único que voy a
comer hoy. Estoy agotada. Todo el día he estado corriendo en vueltas y
tengo mucha hambre. Además, estoy
tomando esas pastillas que evitan que la grasa se absorba, entonces mi cuerpo
aprovechará solo la carne que es proteína.
Yo ya había aprendido a
ahorrarme mis opiniones.
El día de la boda, Elvia
se paró muy temprano y fue a caminar al perro.
Cuando volvió se paró sobre la báscula.
-¡No puede ser!¡Maldita
sea! Pero si anoche no cené. Ricardo, me
subí un kilo. –Salió del baño golpeando
la puerta y llorando- No solo no baje para esta estúpida boda, sino que por el
contrario me subí un kilo. Se sentó en la cama cruzando los brazos sobre su
pecho, agachó la cabeza y continuó llorando.
Me senté a su lado
pasándole un brazo por sobre sus hombros –Mira no es tan grave. Con lo bella que te vas a arreglar y ese
precioso vestido que compraste, un kilo de más no va a hacer la diferencia-
Ella me miró con tristeza al tiempo que tragaba saliva, apoyó su cabeza en mi
hombro y se paró sin decir nada.
Después de que volvió
del salón de belleza, quejándose de su peinado y el maquillaje como si fuera una “esposa de narco” se limpió el rostro y estuvo por treinta minutos
pegada al espejo maldiciendo, luego me llamó a gritos por que no podía
colocarse la faja sola y finalmente el vestido tampoco le cerraba. Se lo quitó ya exasperada, gritándonos a
todos por lo tarde que era y que no le colaborábamos a tener todo listo.
-Pero mamá -dijo Tim-
nosotros estamos listos hace rato. La
que no se ha arreglado eres tú.
Rápidamente le hice
señales con la cabeza para que no hablara más, pero era demasiado tarde. Elvia emitió un grito de ira y se metió a
nuestro cuarto golpeando nuevamente la puerta.
Sabía que razonar con
ella en ese momento era un imposible;
pero ya estaba cansado de que siempre todo terminara igual. Yo podía tolerar su irritabilidad, pero que la
tomara con Tim ya me parecía el colmo. Inicialmente había pensado en no ir a la
boda, pero eso implicaba tolerarla toda la noche o peor aún que ella insistiera
después de un rato en ir.
Quería darle una lección; mostrarle que sus pataletas tenían
consecuencias y que no podía quedarse toda la vida manejando así las
cosas. Era la boda de su hermana, es
cierto. Pero igual, ya esta discusión
estaba predestinada; pues que al menos valiera la pena intentando algo
diferente.
Salí de la casa con
Tim, aborde el carro y fui directo a la iglesia sin esperarla. Momentos después de que partimos el celular
comenzó a sonar: Era ella. No le
contesté.
La boda fue
agradable. Los novios se veían muy bien
y al finalizar los felicité. Cuando
Cristina me pregunto por Elvia le dije que estaba enferma y no había podido ir,
pero que le enviaba un fuerte abrazo.
Ella me miró boquiabierta por un breve momento, e iba a decir algo, pero
alguien la abordó para felicitarla y tomarle una foto.
La reunión también me
gustó. La comida estuvo deliciosa y pude
hablar a gusto con otro de los hermanos de Cristina. Fue una agradable sensación, estar en una
fiesta sin alguien al lado que se quejara por todo. Recordé porque me gustaban en mi juventud las
reuniones sociales.
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