jueves, 5 de febrero de 2015

EN ÉPOCA DE FIESTAS

Cada vez que nos invitaban a cualquier reunión era el mismo problema.  Ella inicialmente se emocionaba, hacia miles de planes de cómo se arreglaría y que regalo obsequiaría; acto seguido estaría buscando durante varios días un vestido que le pareciera adecuado y un salón de belleza donde la arreglaran bien; para finalmente deprimirse el día del evento por que no la arreglaron como ella quería, el vestido no le gustaba y se veía gorda.

Para mí se había vuelto un calvario estas invitaciones.  Implicaban un desgaste de tiempo y energía enorme, unido a un aumento en mi capacidad de ser paciente que no siempre lograba.   En época de fiestas, cuando todos estaban felices celebrando, yo usualmente estaba caminando sobre cascaras de huevos para evitar un mal ambiente en casa.

Por eso cuando Elvia me mostró la invitación a la boda de su hermana menor, sentí de inmediato un dolor quemante en el estómago y supe que antes de navidad íbamos a tener una gran pelea.

-¡Mira que hermosa tarjeta! Dice: traje largo para las damas y corbata para los hombres.  Eso quiere decir que me toca comprar un vestido, o alquilarlo.  Aunque debería aprovechar para comprarme de una vez uno bien lindo que pueda usar varias veces. Para ti es más fácil.  Tienes tu traje negro que es muy elegante y no pasa de moda.  ¿Qué crees que es mejor? ¿Lo compro? o ¿lo alquilo?

-Lo que creas mejor.  Yo de estas cosas no sé.

Me miró con reproche, y estuvo por casi veinte minutos analizando las ventajas de alquilar o de comprar el vestido.  Luego, comentó que si arrancaba dieta era probable que alcanzara a bajar unos cuatro kilos para la boda.

Pasaron los días y Elvia se aplicaba geles para quemar la grasa y se envolvía en plástico negro para sudar mucho, no desayunaba y de pasada me dejaba sin desayuno a mí,  pero cuando salía en las tardes a hacer mercado, comía hamburguesa con papas a la francesa y gaseosa.

-Es lo único que voy a comer hoy.  Estoy agotada.  Todo el día he estado corriendo en vueltas y tengo mucha hambre.  Además, estoy tomando esas pastillas que evitan que la grasa se absorba, entonces mi cuerpo aprovechará solo la carne que es proteína.

Yo ya había aprendido a ahorrarme mis opiniones.

El día de la boda, Elvia se paró muy temprano y fue a caminar al perro.  Cuando volvió se paró sobre la báscula.

-¡No puede ser!¡Maldita sea! Pero si anoche no cené.  Ricardo, me subí un kilo.  –Salió del baño golpeando la puerta y llorando- No solo no baje para esta estúpida boda, sino que por el contrario me subí un kilo. Se sentó en la cama cruzando los brazos sobre su pecho, agachó la cabeza y continuó llorando.

Me senté a su lado pasándole un brazo por sobre sus hombros –Mira no es tan grave.  Con lo bella que te vas a arreglar y ese precioso vestido que compraste, un kilo de más no va a hacer la diferencia- Ella me miró con tristeza al tiempo que tragaba saliva, apoyó su cabeza en mi hombro y se paró sin decir nada.

Después de que volvió del salón de belleza, quejándose de su peinado y el maquillaje  como si fuera una “esposa de narco” se limpió el rostro y estuvo por treinta minutos pegada al espejo maldiciendo, luego me llamó a gritos por que no podía colocarse la faja sola y finalmente el vestido tampoco le cerraba.  Se lo quitó ya exasperada, gritándonos a todos por lo tarde que era y que no le colaborábamos a tener todo listo.

-Pero mamá -dijo Tim- nosotros estamos listos hace rato.  La que no se ha arreglado eres tú. 

Rápidamente le hice señales con la cabeza para que no hablara más, pero era demasiado tarde.  Elvia emitió un grito de ira y se metió a nuestro cuarto golpeando nuevamente la puerta.

Sabía que razonar con ella en ese momento era un imposible;  pero ya estaba cansado de que siempre todo terminara igual.  Yo podía tolerar su irritabilidad, pero que la tomara con Tim ya me parecía el colmo. Inicialmente había pensado en no ir a la boda, pero eso implicaba tolerarla toda la noche o peor aún que ella insistiera después de un rato en ir.

Quería darle una lección;  mostrarle que sus pataletas tenían consecuencias y que no podía quedarse toda la vida manejando así las cosas.  Era la boda de su hermana, es cierto.  Pero igual, ya esta discusión estaba predestinada; pues que al menos valiera la pena intentando algo diferente.

Salí de la casa con Tim, aborde el carro y fui directo a la iglesia sin esperarla.  Momentos después de que partimos el celular comenzó a sonar: Era ella.  No le contesté. 

La boda fue agradable.  Los novios se veían muy bien y al finalizar los felicité.  Cuando Cristina me pregunto por Elvia le dije que estaba enferma y no había podido ir, pero que le enviaba un fuerte abrazo.   Ella me miró boquiabierta por un breve momento, e iba a decir algo, pero alguien la abordó para felicitarla y tomarle una foto.


La reunión también me gustó.  La comida estuvo deliciosa y pude hablar a gusto con otro de los hermanos de Cristina.  Fue una agradable sensación, estar en una fiesta sin alguien al lado que se quejara por todo.  Recordé porque me gustaban en mi juventud las reuniones sociales. 

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