jueves, 12 de febrero de 2015

SOLEDAD

Ella tiene cuarenta y tres años pero se siente como de cincuenta y cinco.  Todos los días se levanta a las cinco de la mañana, alimenta a los animales, riega las matas, prepara el desayuno y  prende el computador; mira su correo, facebook y  twitter.  Ve algún chiste, una canción, un poema.  Los publica.  Luego se baña, se arregla y  va al trabajo.  Al medio día vuelve a casa; compra algo de comer por el camino o prepara algo rápido. En la tarde lleva a caminar al perro, se dedica a hacer informes,  calificar trabajos, estudiar y prepara las clases mientras escucha música.  En la noche ve una o dos películas en televisión, hasta que finalmente la vence el sueño y logra dormir.

Cuando está en la oficina es poco lo que habla con sus compañeros; los temas surgen obviamente,  pero por lo general limitados al trabajo. Quisiera integrarse más, lo ha intentado, pero se siente muchas veces fuera de contexto con algunas conversaciones, no ha tenido una cita romántica en varios años y la verdad cree que ya no la va a tener.   

Pensó inicialmente que estudiar por internet sería mejor: mayor comodidad y más tiempo.  Pero últimamente opina que hubiera sido más divertido compartir con compañeros en un salón de clase, tal vez hubiera podido conocer a alguien.

Antes se esforzaba en comprar cosas lindas para decorar la casa.  Ahora sabe que no vale la pena.  Nunca tiene visitas y considera que es una casa muy grande para ella sola.  Benie; su perro, ya tiene once años.  Algún día llegará su hora.  Cuando medita sobre esto, se pone triste e incluso a veces llora.  El gato quizá dure otros años más.  El punto es, que después de Benie sabe que no va a tener otro perro y es posible que opte por ir a vivir a un apartamento.

Ha comenzado a regalar cosas que le sobran, como la vajilla de porcelana, algunos adornos navideños, películas y libros.  Ha considerado que después de ella nadie los va a usar, entonces no vale la pena tenerlos sin ser utilizados.

Los fines de semana va al centro comercial a hacer mercado. En otra época le encantaba pasar por el salón de belleza y también por la perfumería.  Ahora simplemente no le llama la atención.  A veces le gusta entrar a cine, sobre todo si ve anunciada una comedia o una película de acción;  las películas románticas ya no le gustan tanto.  Hace dos fines de semana salió un poco tarde del teatro y pudo ver como los amigos se encontraban en los bares de la zona rosa para reír y tomar unas cuantas cervezas.  Podría ser un plan divertido, pero no se le ocurría a quien podía invitar. 

La semana pasada estuvo enferma, no fue nada grave, solo una faringoamigdalitis,  pero tuvo que estar en cama y la hizo pensar: ¿Cómo sería el día en que se enfermara de gravedad?, ¿Quién la auxiliaría?, ¿Quién estaría pendiente de ella en el hospital? Y si llegaba a morir, ¿Quién cuidaría sus animales?, ¿Quién se encargaría del servicio fúnebre?


Hoy se sintió mejor y aprovecho para ir a comprar algunas cosas. Pasó por la librería y vio los libros de autoayuda. Le llamó la atención uno: Tácticas de amor.   Ojeo los capítulos que llevaban títulos como: Aprender a amarse a sí mismo, aliarse con el tiempo, como ganar su confianza y como inducir la dependencia emocional.  Después de esto cerró el libro, lo colocó de nuevo donde estaba, suspiró y continuó caminando por la librería.

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