jueves, 26 de febrero de 2015

RECUERDOS

En esas vacaciones íbamos a tener visitas y estaba adecuando la habitación donde dormirían;  lo cual me condujo a una jornada de aseo, eliminando cosas que no fueran necesarias.

De repente encontré un tarro, el cual estaba lleno de telas cortadas en cuadrados de cinco por cinco centímetros. Al no parecerme que fuera útil, me dirigía con el hacia la basura, pero mi mamá me detuvo.

No mijita.  ¡Espere!  Ese es mi tarrito de recuerdos.

Pero no respondí un poco irritada de que me detuviera- es solo un tarro lleno de telas.

Sí yo sé.  Pero es que son especiales para mí.  Venga le explico.

Y se acomodó en la cama haciéndome una señal con la mano para que me sentara a su lado.  Después destapó el tarro y comenzó a mostrarme los diferentes recortes.

Este por ejemplo decía mientras sonreía y agitaba en su mano un cuadrado blanco- fue de su vestido de bautizo, mamita.   Vino a verla su abuelita.   Y su merced estaba muy linda; sus padrinos estaban felices de verla.  Y este…Este fue del día de mi boda.  No pude usar el vestido blanco, porque la modista nos quedó mal.  Me tocó utilizar un vestido azul, que era el único bonito que tenía.   Su papito estaba feliz, él dijo que lo único que importaba es que pudiéramos casarnos.   ¡Me trajo un ramo de flores divinas!  Me las entrego el día anterior y con ellas salimos en muchas fotos. Tomando otra tela dijo Este otro fue de cuando nació Carlitos.  Fue su primera muda, la que le lleve para el hospital.

Por un momento me olvide de la jornada de limpieza, estaba encantada escuchando sus historias,  mirando y recordando.   Muchas de las anécdotas nos causaron mucha risa, como cuando nos acordamos de mi fiesta de quince años, o del grado de mi hermano.  Pero de pronto, su rostro reflejó un profundo dolor y tristeza al quedarse viendo otro cuadrado de color oscuro.  Cuando le pregunte que ocurría, me dijo:

Este fue del vestido que utilice para el funeral de su papito.

No hizo más comentarios, solamente comenzó a llorar en forma silenciosa.    Me pareció que lo mejor era no decirle nada y dejar que continuara mirando su colección.  Me puse de pie, le estreche suavemente el hombro y salí de la habitación.


Ya en el pasillo, tuve el impulso de ir a buscar mi cofre y echarle un ojo. Encontré boletas de conciertos, poemas, cartas de varias personas,  el reloj de mi papá,   flores disecadas, algunas fotos, un par de llaveros y otras pequeñas cosas como un broche dañado de fantasía.  No lo había botado porque me lo regaló alguien muy especial y al sostenerlo vino a mi memoria el momento en que me lo entregó.   Fue un buen día: reímos, nos contamos muchas cosas de nuestras vidas  y caminamos por el parque.  No pasó nada espectacular,  pero hacia mucho no pensaba en esa sonrisa;  aquella misma que un día tuve que aceptar que no volvería a ver, ya que partió en busca de nuevos proyectos. 

jueves, 12 de febrero de 2015

SOLEDAD

Ella tiene cuarenta y tres años pero se siente como de cincuenta y cinco.  Todos los días se levanta a las cinco de la mañana, alimenta a los animales, riega las matas, prepara el desayuno y  prende el computador; mira su correo, facebook y  twitter.  Ve algún chiste, una canción, un poema.  Los publica.  Luego se baña, se arregla y  va al trabajo.  Al medio día vuelve a casa; compra algo de comer por el camino o prepara algo rápido. En la tarde lleva a caminar al perro, se dedica a hacer informes,  calificar trabajos, estudiar y prepara las clases mientras escucha música.  En la noche ve una o dos películas en televisión, hasta que finalmente la vence el sueño y logra dormir.

Cuando está en la oficina es poco lo que habla con sus compañeros; los temas surgen obviamente,  pero por lo general limitados al trabajo. Quisiera integrarse más, lo ha intentado, pero se siente muchas veces fuera de contexto con algunas conversaciones, no ha tenido una cita romántica en varios años y la verdad cree que ya no la va a tener.   

Pensó inicialmente que estudiar por internet sería mejor: mayor comodidad y más tiempo.  Pero últimamente opina que hubiera sido más divertido compartir con compañeros en un salón de clase, tal vez hubiera podido conocer a alguien.

Antes se esforzaba en comprar cosas lindas para decorar la casa.  Ahora sabe que no vale la pena.  Nunca tiene visitas y considera que es una casa muy grande para ella sola.  Benie; su perro, ya tiene once años.  Algún día llegará su hora.  Cuando medita sobre esto, se pone triste e incluso a veces llora.  El gato quizá dure otros años más.  El punto es, que después de Benie sabe que no va a tener otro perro y es posible que opte por ir a vivir a un apartamento.

Ha comenzado a regalar cosas que le sobran, como la vajilla de porcelana, algunos adornos navideños, películas y libros.  Ha considerado que después de ella nadie los va a usar, entonces no vale la pena tenerlos sin ser utilizados.

Los fines de semana va al centro comercial a hacer mercado. En otra época le encantaba pasar por el salón de belleza y también por la perfumería.  Ahora simplemente no le llama la atención.  A veces le gusta entrar a cine, sobre todo si ve anunciada una comedia o una película de acción;  las películas románticas ya no le gustan tanto.  Hace dos fines de semana salió un poco tarde del teatro y pudo ver como los amigos se encontraban en los bares de la zona rosa para reír y tomar unas cuantas cervezas.  Podría ser un plan divertido, pero no se le ocurría a quien podía invitar. 

La semana pasada estuvo enferma, no fue nada grave, solo una faringoamigdalitis,  pero tuvo que estar en cama y la hizo pensar: ¿Cómo sería el día en que se enfermara de gravedad?, ¿Quién la auxiliaría?, ¿Quién estaría pendiente de ella en el hospital? Y si llegaba a morir, ¿Quién cuidaría sus animales?, ¿Quién se encargaría del servicio fúnebre?


Hoy se sintió mejor y aprovecho para ir a comprar algunas cosas. Pasó por la librería y vio los libros de autoayuda. Le llamó la atención uno: Tácticas de amor.   Ojeo los capítulos que llevaban títulos como: Aprender a amarse a sí mismo, aliarse con el tiempo, como ganar su confianza y como inducir la dependencia emocional.  Después de esto cerró el libro, lo colocó de nuevo donde estaba, suspiró y continuó caminando por la librería.

jueves, 5 de febrero de 2015

EN ÉPOCA DE FIESTAS

Cada vez que nos invitaban a cualquier reunión era el mismo problema.  Ella inicialmente se emocionaba, hacia miles de planes de cómo se arreglaría y que regalo obsequiaría; acto seguido estaría buscando durante varios días un vestido que le pareciera adecuado y un salón de belleza donde la arreglaran bien; para finalmente deprimirse el día del evento por que no la arreglaron como ella quería, el vestido no le gustaba y se veía gorda.

Para mí se había vuelto un calvario estas invitaciones.  Implicaban un desgaste de tiempo y energía enorme, unido a un aumento en mi capacidad de ser paciente que no siempre lograba.   En época de fiestas, cuando todos estaban felices celebrando, yo usualmente estaba caminando sobre cascaras de huevos para evitar un mal ambiente en casa.

Por eso cuando Elvia me mostró la invitación a la boda de su hermana menor, sentí de inmediato un dolor quemante en el estómago y supe que antes de navidad íbamos a tener una gran pelea.

-¡Mira que hermosa tarjeta! Dice: traje largo para las damas y corbata para los hombres.  Eso quiere decir que me toca comprar un vestido, o alquilarlo.  Aunque debería aprovechar para comprarme de una vez uno bien lindo que pueda usar varias veces. Para ti es más fácil.  Tienes tu traje negro que es muy elegante y no pasa de moda.  ¿Qué crees que es mejor? ¿Lo compro? o ¿lo alquilo?

-Lo que creas mejor.  Yo de estas cosas no sé.

Me miró con reproche, y estuvo por casi veinte minutos analizando las ventajas de alquilar o de comprar el vestido.  Luego, comentó que si arrancaba dieta era probable que alcanzara a bajar unos cuatro kilos para la boda.

Pasaron los días y Elvia se aplicaba geles para quemar la grasa y se envolvía en plástico negro para sudar mucho, no desayunaba y de pasada me dejaba sin desayuno a mí,  pero cuando salía en las tardes a hacer mercado, comía hamburguesa con papas a la francesa y gaseosa.

-Es lo único que voy a comer hoy.  Estoy agotada.  Todo el día he estado corriendo en vueltas y tengo mucha hambre.  Además, estoy tomando esas pastillas que evitan que la grasa se absorba, entonces mi cuerpo aprovechará solo la carne que es proteína.

Yo ya había aprendido a ahorrarme mis opiniones.

El día de la boda, Elvia se paró muy temprano y fue a caminar al perro.  Cuando volvió se paró sobre la báscula.

-¡No puede ser!¡Maldita sea! Pero si anoche no cené.  Ricardo, me subí un kilo.  –Salió del baño golpeando la puerta y llorando- No solo no baje para esta estúpida boda, sino que por el contrario me subí un kilo. Se sentó en la cama cruzando los brazos sobre su pecho, agachó la cabeza y continuó llorando.

Me senté a su lado pasándole un brazo por sobre sus hombros –Mira no es tan grave.  Con lo bella que te vas a arreglar y ese precioso vestido que compraste, un kilo de más no va a hacer la diferencia- Ella me miró con tristeza al tiempo que tragaba saliva, apoyó su cabeza en mi hombro y se paró sin decir nada.

Después de que volvió del salón de belleza, quejándose de su peinado y el maquillaje  como si fuera una “esposa de narco” se limpió el rostro y estuvo por treinta minutos pegada al espejo maldiciendo, luego me llamó a gritos por que no podía colocarse la faja sola y finalmente el vestido tampoco le cerraba.  Se lo quitó ya exasperada, gritándonos a todos por lo tarde que era y que no le colaborábamos a tener todo listo.

-Pero mamá -dijo Tim- nosotros estamos listos hace rato.  La que no se ha arreglado eres tú. 

Rápidamente le hice señales con la cabeza para que no hablara más, pero era demasiado tarde.  Elvia emitió un grito de ira y se metió a nuestro cuarto golpeando nuevamente la puerta.

Sabía que razonar con ella en ese momento era un imposible;  pero ya estaba cansado de que siempre todo terminara igual.  Yo podía tolerar su irritabilidad, pero que la tomara con Tim ya me parecía el colmo. Inicialmente había pensado en no ir a la boda, pero eso implicaba tolerarla toda la noche o peor aún que ella insistiera después de un rato en ir.

Quería darle una lección;  mostrarle que sus pataletas tenían consecuencias y que no podía quedarse toda la vida manejando así las cosas.  Era la boda de su hermana, es cierto.  Pero igual, ya esta discusión estaba predestinada; pues que al menos valiera la pena intentando algo diferente.

Salí de la casa con Tim, aborde el carro y fui directo a la iglesia sin esperarla.  Momentos después de que partimos el celular comenzó a sonar: Era ella.  No le contesté. 

La boda fue agradable.  Los novios se veían muy bien y al finalizar los felicité.  Cuando Cristina me pregunto por Elvia le dije que estaba enferma y no había podido ir, pero que le enviaba un fuerte abrazo.   Ella me miró boquiabierta por un breve momento, e iba a decir algo, pero alguien la abordó para felicitarla y tomarle una foto.


La reunión también me gustó.  La comida estuvo deliciosa y pude hablar a gusto con otro de los hermanos de Cristina.  Fue una agradable sensación, estar en una fiesta sin alguien al lado que se quejara por todo.  Recordé porque me gustaban en mi juventud las reuniones sociales.